Sin lugar a dudas, pretender conseguir mejores fotos día a día es una noble y muy saludable aspiración.
El problema puede llegar cuando, pensando únicamente en el resultado final, uno se obsesiona y deja de hacer muchas fotos por el hecho de que no vayan a ser perfectas, cuando podrían ser muy buenas fotos. O cuando, tal vez, estar dispuesto a disparar podría ofrecerte la posibilidad de capturar un momento especial. Son momentos en los que puedes correr el riesgo de dejar de disfrutar de todo el proceso de hacer la foto, como si lo único que pudiera ser gratificante es mostrar el resultado.
Y en esa situación, te puedes estar jugando tu afición por la fotografía. Ese es el gran peligro de obsesionarse con buscar la fotografía perfecta.
La ansiedad por conseguir fotos perfectas puede matar el gusto por cada una de esas pequeñas cosas que intervienen en el proceso. Son muchas y cada una de ellas me brinda la oportunidad, a su manera, de disfrutar
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